Y claro que dolías. De una forma tan absurda que me hacía temblar desde los labios a los tobillos cada que intentaba ya no pensar en ti. Me sentía como cuando solo eres un pequeño niño, y un día te llevan de viaje lejos de la ciudad y cuando por fin llegas a ese nuevo y lindo lugar, tu solo te sorprendes, te separas unos cuantos segundos de quien te cuida y sin darte cuenta corres agitado y tan emocionado en todas las direcciones posibles y entonces, en cuestión de unos simples instantes solo te detienes, volteas hacia atrás, a la izquierda, arriba, a la derecha y justo ahí es donde te paralizas por completo y todo cambia, la magia se acaba y tu solo te sientes tan perdido en medio de un lugar que ya no brilla y del que tampoco ya no tienes ganas de conocer ni seguir más ahí y lo único que pides es encontrar el camino de vuelta a la persona que te llevo ahí o quien te cuida… Así dolías. Así me sentía cada día al irme a la cama, al despertar, al intentar dormir y al intentar seguir con mi vida. Parece que a veces nadie nos avisa ni prepara para lo mucho que duele ver caer la lluvia y no me refiero a la que caía de las nubes grises en el cielo en muchas de nuestras aventuras, sino de aquella que no dejaba de mojarme la cara al recordar tu risa, tu dinámica, tus diez millones de tonterías, tu falta de guion, tu brillo monstruoso… tu repentina ausencia, tu falta de interés en mí y todo lo que nos empezó a salir mal de repente. Pasaron los días, algunos meses, un año, dos y nos tornamos grises. Nunca te dije lo mucho que lo sentía. Ya no hace falta, pero, aun así, lo siento, por creer que encontraría la manera de permanecer a tu lado y de cuidarte de alguien que no supiera reconocer lo compleja y maravillosa que eras. Pero es que a veces ni todo el amor es suficiente cuando alguien no sabe quererte, quizás porque nadie le enseño o porque yo no era la persona que provocara dar eso en ti. Pero no. Ya no dueles más. Y ya solo pienso en ti como esa lluvia que toco mi vida y me enseño tanto, de la manera más triste y difícil que soy capaz de soportar. Aprendí tanto de mí de mis debilidades y mi enorme vulnerabilidad, y lo único que tengo claro es que ya no me da miedo salir a mojarme, sé que a veces las cosas no salen como lo esperábamos, pero eso no significa que no hayamos hecho las cosas bien, mientras des algo con cariño y porque en verdad lo sientes no puedes sentirte poco en ningún aspecto. El amor en mi vida, no deja de ser amor, aunque hoy ya no lo sea. El punto es arrojar el maldito paraguas y dejar que algo nos haga sentir vivos o encendidos en medio de tanto sentido…
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