Eran días grises, nos estábamos acostumbrando al dolor y entonces empezamos a empacar los sueños. Recuerdo que siempre solía tener una ridícula cantidad de sonrisas en cualquier lugar donde te me aparecías tu. Para serte sincero, yo nunca había conocido una chica más desconectada, averiada de la realidad y divertida que tú. Tan cálida. Eras como ese tipo de luz en pleno día que se confunde con el sol. Y aunque tal vez ya no me alcanzó el tiempo, para poder seguir descubriéndote, aun así, me gusta pensar que, durante aquellos días, cuando las estrellas de mi cielo ya no fueron relevantes, tu fuiste lo único que brillo en mi vida. Y es que a veces eso es lo único que nos salva. La luz que se asoma. El amor que desata y promete el cambio. La espera de hoy y ojalá que también nuestra mejor respuesta al mañana…
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