Ya han pasado un par de chicas, un intento, una huida, dos novias temporales y una amiga por la que aun espero, desde aquel día en que viví una catástrofe del color de tus ojos, desde entonces yo ya no he sentido la ausencia de gravedad en mi suelo. Y dios, es que yo te juro que morir a veces puede resultar jodidamente bonito. Sin ser una contradicción. Hablo de ese instante en el que te das cuenta, que eres capaz de sentirlo todo y de repente desconectarte y perder por completo la noción de aquel sitio en la realidad que nos conectaba a ambos. Ese intento de chica coherente defectuosa me llenaba de vida y me hacía morir con tan solo morder su labio. Ese nivel de atracción que experimentaba cada que ella aparecía en escena era un grado fatal de emociones que yo ya no sabía cómo disimular ni contener. Simplemente la adoraba a una escala preciosa. Era mayo del año pasado y ahí estaba yo, delante de ella con mis manos en su cintura, preguntándome en qué momento me cansaría de mirarla. Y así sin paracaídas, era solo suicido romántico, una caída infinita para después volver por los pasadizos que contenían su magia mirada, con la que solo me hacía perder el poco aire que le quedaba a mi aliento. Nos daban las 3 a veces las 5 y otras veces el cielo y messier 82. Incluso hubo un día a las 15 que se hizo de noche repentinamente, fue eso o es que nuestros besos duraban lo suficiente para incluso desconectarnos, perdernos o cambiarnos de mundo al olvidar completamente si existía algún espectro o algo como la luz en ese lugar en donde solo podíamos llegar, salir, entrar y escapar si permanecíamos juntos. Aún recuerdo todas esas rutas imaginarias de mis futuros lejanos e inmediatos que me inventaba y donde ella era el monstruo que había que salvar de la princesa, ¿o no, como era?, si así era. Ella era la más bonita causalidad horrible de la galaxia. Se que ninguna otra chica que no fuera ella lo apreciaría o lo entendería, es decir todas son distintas, algunas son fuego y otras son lluvia. Y sinceramente yo todavía no descubro ni sé qué me gusta más... Sigo pensando que nunca me acostumbré demasiado ni lo suficiente a lo bonito o a este morir constante que no alcanza más que para crear e incidir en futuras fallas cardiacas y para cambiar de planeta a la mitad del pulso frenético y la conexión más frágil y profunda que dibujan ciertas vidas en un solo acto o en un par de palabras. Igual, no todo tiene su lado bueno en esta condición de vida. Porque tampoco olvidé del todo el daño, de esas largas noches y de sus insomnios cuando ella se perdió así misma y se alejó de aquí. ¿perdida? A mí también me paso lo mismo. Es decir, no todos nos perdemos de la misma manera ni forma. Y si, fracase en encontrarla y en traerla de nuevo aquí, pero yo tampoco soy ninguna excepción al fin del cuento de hadas o a la vida después del final. Durante esos días yo simplemente me tumbaba en la cama y notaba un vacío que no podía abarcar con los brazos. Leía muchísimo y no podía escribir casi nada. Hacía demasiado frío la ausencia prolongada. La soledad intensa. La necesidad crónica y constante de pensar en donde estarías, si es que regresarías, si es que tan solo, había espacio en ti para algo de lo que fuimos. Incluso hubo un tiempo en que te pensé extinta cuando a aquel incendio que provocaste lo toco la lluvia. Pasaron los meses. Un día, iba camino a la escuela, estaba caminando lento, no quería llegar a tiempo. Solo había una esquina de distancia. Y ahí te vi, un martes, y desde entonces no he vuelto a llegar tarde a ningún sitio… No pude encontrarte. Me temo, que al verte. Ya no quedaba nada del mas bonito fuego que resultaste ser. Todo era tan frio de mi lado. Me detuve un momento, te vi unos segundos parpadee y cuando me di cuenta todavía seguía en el mismo planeta… te salude alzando mi mano, sonreíste totalmente quieta y después de eso, después de eso...
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